Oliver Morgan, un niño británico, nació prácticamente sin sangre.
Debido a una rara enfermedad ocurrida durante la trigesimo séptima semana de embarazo,
el pequeño nació antes de tiempo y sin una gota de sangre en su cuerpo.
Cuando fue extraído del vientre de su mamá Katy, su cuerpito se veía pálido y sin vida y
los médicos no pudieron encontrar el latido de su corazón durante 25 asombrosos minutos.
Pero, contra todo pronóstico, Oliver sobrevivió después de recibir oxígeno,
masajes cardíacos y una transfusión de sangre. Los médicos lucharon por contener las lágrimas
cuando su monitor de frecuencia cardíaca dejó escapar el primer latido del prematuro bebé.