Durante generaciones, los padres han advertido a sus hijos respecto de que nunca traguen los chicles, por miedo a que permaneciera sin digerir por días, semanas o incluso años.
Esto es, en gran medida, un mito. Un chicle tragado habitualmente pasa a través del tracto digestivo sin causar daño y es eliminado tan rápido como cualquier otro alimento.
Realmente, los jugos gástricos no puede degradar el chicle por su mezcla de elastómeros, resinas, grasas, emulsionantes y ceras; pero, el aparato digestivo es capaz de expulsar el chicle tan rápido como cualquier alimento.
Es cierto que existen casos de, por lo general niños, que desarrollan obstrucciones intestinales porque tenían el mal hábito de tragar gran cantidad de chicles.
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