Las monedas de tu mano no huelen, el que huele eres tú
El olor metálico que se desprende después de tener monedas en las manos no es de las monedas, es de tu piel, ya que el contacto con el hierro produce una ruptura de aceites en la piel lo que provoca su olor a rancio.
Los científicos creen que al tocar un objeto de hierro la transpiración de nuestra piel hace que los átomos de hierro ganen electrones, por lo cual esos átomos al sobrecargar el hierro reaccionan con el aceite de la piel causando que se descomponga.
Como nuestra sangre contiene también hierro es la sangre cercana a la zona que tocamos con la moneda la que produce ese olor multiplicado por la reacción que hemos explicado antes, asi que curiosamente no olemos el hierro de las monedas, sino el de nuestra propia sangre.