Desde finales del siglo XIX ya se hacían mediciones de temperatura con un cierto rigor, pero no sería hasta el año 1950, con la creación de la OMM (Organización Meteorológica Mundial), cuando se establecerían unas normas de medición de temperatura estándar, que desde entonces se siguen en todos los observatorios meteorológicos oficiales del mundo. El termómetro de mercurio debe estar alojado en una garita meteorológica de madera, que debe estar situada a 1,5 metros sobre la superficie. Además esta garita debe estar alojada sobre un terreno de césped, y en ausencia de césped sobre el terreno autóctono de lugar y nunca sobre asfalto.
El ojo de un observador poco experimentado, y según la OMM, «sin formación en el uso del instrumento de medición», pudo haber leído erróneamente la temperatura que marcaba el mercurio, un fallo que se habría agravado al situar la estación sobre una base de asfalto, un material que tiende a incrementar la temperatura.
Después de analizar estos y otros factores, la OMM rechazó la validez de la medida tomada en 1922 en El Aziza (a unos 40 kilómetros al suroeste de Trípoli) y estableció que la temperatura más alta alcanzada sobre la Tierra es la registrada el 10 de julio de 1913 en el Valle de la Muerte de California (Estados Unidos), de 56,7 grados centígrados.
