La ciencia opina sobre Frankenstein ¿Es verosímil crear vida?
Considerada la primera obra literaria de ciencia ficción, «Frankenstein», escrita por la inglesa Mary Shelley en 1818, cuenta la historia de un científico que, juntando trozos de cadáveres cosidos a mano, e introduciendo un cerebro en el cráneo, logra con un brutal impulso eléctrico, despertar a una criatura con capacidades motrices y conciencia propias.
Actualmente esta historia es un mito de la ciencia ficción y de la literatura gótica. ¿Pero cuanto tiene de ficción y cuanto de ciencia?
Desde los primeros ensayos con trasplantes de órganos hasta hoy se ha avanzado muchísimo. De hecho, ahora el problema no es tanto la técnica como el encontrar un donante idóneo, que no se genere rechazo tras la intervención y que todo funcione de forma adecuada para evitar procesos necróticos. Hay trasplantes de manos, reimplantaciones de miembros perdidos e incluso cirugía para trasplantar caras.
Los órganos reimplantados necesitan tener flujo sanguíneo compatible y adecuado para evitar la putrefacción y mantenerse vivos, además de correctas conexiones nerviosas para poder ser mínimamente funcionales. Pese a ello, la movilidad de una mano reimplantada jamás será la misma que la de una mano original, precisamente porque se pierden conexiones nerviosas.
El cerebro es infinitamente más complejo que eso. De hecho, no es un órgano o parte del cuerpo que recibe órdenes, sino el centro de operaciones total de nuestro cuerpo: ahí guardamos nuestro carácter, nuestros recuerdos, nuestros instintos, nuestra capacidad de hablar y controlar todas esas cosas que ni nos damos cuenta que hacemos. No hay capacidad científica que haga posible conectar el cerebro a sistema nervioso alguno (con sus conductos, la médula espinal y todos los demás conectores) de forma efectiva.
Los impulsos eléctricos son efectivamente utilizados en medicina desde hace mucho tiempo. A veces como forma de tortura, a veces como forma de reanimación. Pero los choques de descargas eléctricas localizadas sobre el corazón se usan para contadas cosas, de forma muy concreta y con voltajes muy medidos. Ciertamente los impulsos eléctricos pueden reanimar un corazón. Ahora bien, si se «para» tu cerebro mueres porque nada le dirá al corazón que debe seguir funcionando.
Y sí, artificialmente se puede mantener un cuerpo vivo sin cerebro (es decir, con el cerebro ‘apagado’): hay máquinas que mantienen tu corazón latiendo y que introducen oxígeno en tus pulmones mientras te alimentan si tú no puedes hacerlo. Ahora bien, aunque esas condiciones de vida artificial permitan mantener vivo un cuerpo, una persona sin un cerebro funcional claro está, no tiene ni las capacidades motrices ni la consciencia necesarias para poder ser considerada como una persona viva y como ya se ha comentado, de momento no es posible trasplantar un cerebro de forma efectiva.