El evento Carrington en 1859 fue una explosión solar que de haber ocurrido en estas fechas hubiera sido catastrofico
Se trata de la interacción más violenta que nunca se ha registrado entre la actividad solar y la Tierra. La acción del viento solar sobre la Tierra el año 1859 fue, con gran diferencia, la más intensa de la que se tiene constancia. El día 28 de agosto aparecieron numerosas manchas solares sobre la superficie del astro, y entre los días 28 de agosto y 2 de septiembre se declararon numerosas áreas con fulguraciones. El 1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada, con un área de fulguración asociada que durante un minuto emitió el doble de energía de la que es habitual. Apenas diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa. El campo magnético terrestre se deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la alta atmósfera, dónde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
Una tormenta solar de esta magnitud tendría graves consecuencias para las telecomunicaciones y redes eléctricas actuales. Los rayos cósmicos erosionan los paneles solares de los satélites artificiales y reducen su capacidad para generar electricidad. Los satélites artificiales han sido diseñados específicamente para evitar las calamidades del clima espacial, pero las redes eléctricas son más frágiles. Los grandes transformadores están conectados a tierra y, por tanto, pueden ser susceptibles de ser dañados por las corrientes continuas inducidas por las perturbaciones geomagnéticas. Además, aunque los núcleos magnéticos de los transformadores no resultaran destruídos, podrían alterarse las ondas que emiten.
El evento Carrington recibe su nombre de un astrónomo que se encontraba estudiando las manchas solares en el momento de la erupción solar.