El punto de fusión del plomo se encuentra a 327,5ºC; pero una vez fundido puede alcanzar temperaturas más altas, de alrededor de 500ºC. A nadie en su sano juicio se le ocurriría acercar una mano a algo tan caliente (normal), pero sin embargo es posible introducirla dentro del metal fundido sin sufrir quemaduras. Eso sí, hay que ser rápido.Y cuanto más caliente se encuentre el plomo, más posibilidades hay de salir indemnes.
El quid del asunto es mojar la mano con agua antes de introducirla en el plomo. Y sí, el agua hierve a unos ridículos 100ºC. Pero, al estar el plomo mucho más caliente que el agua, ésta se evapora lo suficientemente rápido como para formar una capa de vapor que proteje la mano de la temperatura, evitando que ésta (la temperatura) se transfiera. A esto se le conoce como efecto Leidenfrost.
El conocido número de caminar sobre brasas ardientes se basa en algo parecido, andar lo suficientemente rápido como para que la temperatura del pie no suba tanto como para que éste se queme. Pero en ese caso no interviene la capa protectora de agua.
