El mosquito elige a su víctima en función de la cantidad de CO2 que emite al respirar y no por la «dulzura» de la sangre
Estos insectos eligen víctima en función de la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que emite al respirar y no, como afirma la creencia popular, por la “dulzura” de la sangre. De media los humanos producimos al día un kilogramo de CO2, y cada vez que exhalamos -unas 13 veces por minuto- emitimos más de 10 mg de este gas. El mosquito detecta en el aire una corriente con trazas de CO2, deduciendo que es producida por «sangre fresca» de la que se puede alimentar. Los adultos emiten más CO2 que los niños, y la cantidad varía en función de la dieta y del ejercicio físico que se sigan.
El ácido lactico que emitimos al respirar o a través del sudor también atrae a estos insectos. Las personas más altas y las mujeres embarazadas emiten más ácido láctico y CO2, por lo que son “blancos” perfectos de los mosquitos. Las personas que acaban de hacer ejercicio físico intenso también resultan muy atractivas para los insectos.