Científicos rusos logran revivir una planta de 30.000 años de antigüedad
El grupo de científicos de un Instituto perteneciente a la Academia de Ciencias de Rusia, en San Petersburgo, encontró decenas de semillas incrustadas en la zona permamentemente congelada de Siberia, después de un largo período expuestas a temperaturas inferiores a -10° centígrados. Las semillas pertenecían a la especie Silene stenophylla, considerada completamente extinta, del Pleistoceno y con más 30 mil años de antigüedad.
El estudio publicado ayer en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences, reveló que el trabajo de Svetlana Iachina y David Gilichinsky, del Instituto de problemas físico-químicos y biológicos del suelo de la Academia de Ciencias de Rusia (RAN), marca un hito en la investigación de materiales biológicos antiguos y podría iniciar el camino hacia la recuperación de especies extintas.
Los científicos sacaron varios granos de una profundidad de 38 metros, que estaban en lo que supuestamente había sido el nido de tamias o ardillas prehistóricas. Las condiciones climáticas del valle del río Kolymá convirtieron esta guarida en una cámara hermética donde las semillas se conservaron.
En el laboratorio varias de las semillas premaduras echaron raíces. Los biólogos aseguran que una parte de sus tejidos han conservado su capacidad reproductiva.
La diferencia fundamental entre la especie recuperada por los paleobiólogos y las modernas del mismo género radica en la forma de sus pétalos y la configuración de sus inflorescencias: las antiguas tenían aparte los gametos masculinos y femeninos, mientras que las actuales tienen pistilos y estambres en la misma flor.
Es que en el lugar en sí mismo, donde se encontraron estas semillas, es como la heladera de un embalsamador de animales, pero a 38 metros de profundidad. Allí dentro se encuentran muchos animales de la era del Holoceno y Pleistoceno, como bisontes, ciervos, mamuts, rinocerontes lanudos y ardillas de varias especies extintas. La resurrección a través de la clonación genética podría ser una realidad si se encontrasen tejidos sanos de estos animales congelados y de este depende el estado de preservación en el que se encuentren. Porque el hielo es el hielo, pero 30.000 años son 30.000 años.