La olvidada invasión norteamericana a Rusia
La expedición Oso Polar
Así es. Aun cuando nadie parece querer recordarlo, sucedió. Hoy te contaremos acerca de una olvidada invasión norteamericana a Rusia. ¿Cuándo? Pues bien, hace 101 años. Cuando ya languidecía la Primera Guerra Mundial.
Nunca antes y nuca después las tropas americanas lucharon en territorio ruso. Los soldados que se alistaron a finales de la primavera de 1918 no conocían siquiera la misión. Y las dudas permanecieron luego de su retorno, un año más tarde.
Luego de una escala en Inglaterra, 5000 soldados estadounidenses fueron enviados al norte de Rusia, en setiembre de 1918. Los entrenó sir Ernest Shackleton para sobrevivir en climas fríos. Dos meses después terminaba la Gran Guerra, pero ellos siguieron combatiendo a las tropas bolcheviques. Combatían en el reducto ártico de Arcángel, sin tener del todo claro por qué seguían haciéndolo. Arcángel era una ciudad portuaria ubicada cerca de la desembocadura del río Dviná, en el Mar Blanco. En el norte de la Rusia Europea. Un verdadero infierno de hielo.
El ambiente era desolador. Lo narra, en las memorias que escribió, Harry J. Costello, participante de la operación militar. «Todas las lanchas, el material ferroviario, los equipos hospitalarios y los suministros médicos, las municiones, las armas, los alimentos, las imprentas, la joyas valiosas de los residentes ricos. Todo había desaparecido con los bolcheviques».
Las ametralladoras se congelaban. Las dificultades que enfrentaron se sumaban a la diferencia de número entre sus tropas, que se sumaban a la de otros aliados, y las del enemigo. Una relación de 4 a 1.
¿Por qué fueron a Rusia?
Pues bien: la revolución bolchevique, con Lenin a la cabeza, triunfó con la promesa de retirar a Rusia de la Gran Guerra. En 1918 se firmó un armisticio con el Imperio Alemán. Así, Alemania pudo transferir 80 divisiones de soldados que luchaban cerca de Rusia al frente occidental. Por supuesto, los aliados se preocuparon: les convenía que Rusia siguiera en el conflicto.
Haciendo gala de la costumbre intervencionista norteamericana, decidieron enviar tropas a Rusia y fomentar una contrarrevolución. Otro objetivo era recuperar millones de dólares en armamento que le había sido entregado a Rusia para la guerra y que ahora caería en manos de bolcheviques o alemanes.
Finalmente, luego de la muerte de 235 soldados norteamericanos en esta misión imposible, (incluyendo 70 que murieron por la gripe y el frío), los aliados y Woodrow Wilson, el presidente de los Estados Unidos, acordaron el retiro de las tropas norteamericanas. Se les conoce desde entonces como los Osos Polares. Muchos de ellos volvieron a casa sin saber siquiera para qué habían ido hasta allá, y por qué siguieron combatiendo después de que la Primera Guerra Mundial hubiera concluido. Pero ninguno olvidó el infierno congelado que tuvieron que enfrentar en esta ahora olvidada invasión norteamericana a Rusia.