¿Por qué los planetas y las estrellas son redondos?
La Tierra tiene una forma muy especial: bastos océanos, valles, zonas aplanadas y altas montañas. No obstante, todo acaba en una circunferencia «casi» perfecta, como el resto de planetas, ya sean gaseosos, rocosos, líquidos… o ya estén en nuestro Sistema Solar o a miles de millones de años luz.
Para entender por qué, tenemos que remontarnos al nacimiento de un planeta, alrededor de hace 4.500 millones de años (en el caso de la Tierra). Los planetas se forman en nubes de polvo alrededor de nuevas estrellas. A medida que las partículas de polvo van chocando y uniéndose, van haciéndose más y más grandes.
A medida que un planeta como la Tierra va creciendo, su gravedad se vuelve más fuerte. La gravedad es la razón por la cuál no flotamos; cuando saltamos, nos arrastra hacia el suelo, como si de un ancla se tratara. Cada objeto en el universo, todo, tira de todo lo demás debido a la gravedad. Pero solo cuando un objeto se vuelve realmente grande (como un planeta) podemos sentir este tirón.
Finalmente, un planeta completamente nuevo se vuelve tan grande que su gravedad es lo suficientemente poderosa como para hacer que su superficie vaya «arrugándose». En un nuevo planeta, esto sucede en todas las direcciones a la vez, por lo que el planeta acaba teniendo esa forma redondeada.
Pero para que este efecto suceda tiene que ser un objeto grande, de más de 950 kilómetros de ancho. Las cosas más pequeñas, como los asteroides y los cometas, que tienen una gravedad más débil, pueden tener formas bastante más extrañas. Por ejemplo, Prometeo, la luna de Saturno, parece una patata.
No obstante, cabe mencionar que, aunque lo parezca, la Tierra no es una esfera perfecta. La rotación y la atracción de la Luna no ayudan a perfeccionar su línea, distorsionando la forma de nuestro planeta.