Una vacuna contra la meningitis produce inesperadamente protección contra la gonorrea
Recientes informes han suscitado una especial preocupación por enfermedades de transmisión sexual como la gonorrea porque se cree que es prácticamente imposible crear una vacuna que sea eficaz para evitar su transmisión. Sin embargo, ahora se ha aprendido que no solo puede crearse tal vacuna, sino que incluso ya existe, y de forma involuntaria.
Las vacunas comenzaron como una protección contra las enfermedades que no se pueden contraer dos veces. Cuando se expone a ciertas bacterias o virus, el sistema inmunológico crea una memoria que protege contra la reinfección. Las vacunas proporcionan una manera de crear este «escudo» sin necesidad de enfermarse.
Desafortunadamente, algunas enfermedades -como la gonorrea- no producen la misma reacción inmune: puedes contraer la enfermedad, tratarte con antibióticos y volver a reinfectarte. Esto hace que la producción de una vacuna contra la gonorrea –Neisseria gonorrhoeae– sea inmensamente difícil, aunque se ha avanzado algo en las investigaciones con ratones.
Sin embargo, tal vacuna existe: se llama MeNZB y fue descubierta por la doctora Helen Petousis-Harris, que ayudó a detener una epidemia de meningitis en Nueva Zelanda, entre los años 2004 y 2006, producida por la bacteria Neisseria meningitidis B, perteneciente al mismo género que la gonorrea.
Dicha infección puede causar daño a las membranas cerebrales -meningitis- o envenenamiento de la sangre -septicemia-; la vacuna tenía un 72% de efectividad, suficiente para producirla en grandes cantidades.
Años más tarde, al estudiar las infecciones por gonorrea, la doctora Helen Petousis-Harris descubrió que, en una muestra de registros de 11 clínicas, el 41% de las personas que habían recibido la vacuna MeNBZ tenían gonorrea, pero la tasa era de 51% entre los no vacunados. Después de tener en cuenta factores como los geográficos, sexuales y diferencias económicas, la doctora afirmó a la revista The Lencet que la vacuna proporciona un 31% de protección, al menos durante 10 años después de la inyección.
Sin embargo, cabe destacar que la mayor protección frente cualquier enfermedad de transmisión sexual sigue siendo, de lejos, el uso del preservativo.