Las feromonas, ¿existen o no?
Las feromonas son unas sustancias químicas que los organismos complejos producen para atraer o participar con individuos de la misma especie. Son similares a las hormonas, con la diferencia de que estas actúan al propio organismo, y que las feromonas tienen el propósito de afectar a los demás. Estas suelen secretarse a través de la orina o del sudor, por ejemplo.
Muchos creen que las feromonas solo sirven para la excitación sexual; sin embargo, hay otros «usos», como la marcación del territorio, causar alarma, o mostrar dónde hay comida. Las feromonas son emitidas no solo para atraer a parejas, sino para confundir los rivales y evitar el apareamiento.
En los mamíferos, las feromonas se «recogen» en el órgano de Jacobson o el órgano vomeronasal, que está relacionado con el hipotálamo, en el cerebro, que a su vez está conectado con el sistema olfativo. En los mamíferos, puede encontrarse en el tabique de la nariz, mientras que en los reptiles y los anfibios está en el cielo de la boca.
No solo los humanos sufrimos las feromonas, si se confirma que las recibimos; varias investigaciones las han confirmado en conejos, ratones y jabalíes, entre otros. A pesar de estos hallazgos, existe una gran controversia en cuanto a si los seres humanos tenemos o no este órgano; la mayoría de apuestas van hacia que lo tenemos durante un tiempo en nuestra etapa fetal, pero desaparece antes del nacimiento. Pero desde luego, si a los seres humanos nos afectan las feromonas, sin duda estas serán detectadas gracias al sistema olfativo.
Existen evidencias de que nos afecten las feromonas; el efecto McClintock -el hecho de que las mujeres sincronicen sus ciclos menstruales- es una prueba de ello; además, un estudio en 2011 encontró que a los hombres les suben los niveles de testosterona cuando huelen el sudor de una mujer ovulando.
Otro estudio israelí, encabezado por el neurobiólogo Noam Sobel, demostró otro hecho curioso sobre las feromonas; cuando un grupo de mujeres vio una película triste y lloraron, recogieron sus lágrimas y estas fueron expuestas a un grupo de hombres. Los niveles de testosterona disminuyeron. Estos dos ejemplos demostrarían que hay feromonas que nos «encienden» y feromonas que nos «apagan».
Uno pensaría que estos estudios son suficientes como para confirmar las feromonas humanas. sin embargo, el problema es que tales experimentos no dan una base sólida de que exista una respuesta a una señal química específica.