¿Por qué hay países que no adoptan el sistema métrico?
Aunque la mayoría de los países utilizan el sistema métrico, hay países como los Estados Unidos, Birmania y Liberia que tienen el sistema métrico inglés, aferrándose a las libras, las pulgadas y los pies. A pesar de varios intentos por cambiarlo, siguen negándose a convertirse.
Thomas Jefferson trató por primera vez inculcar en Estados Unidos el sistema decimal el año 1789. Sin embargo, en 1906, Alexander Graham Bell dijo al Congreso que «pocas personas tienen una concepción adecuada de la cantidad de trabajo innecesario involucrado en el uso de nuestros pesos y las medidas actuales».
Las cosas parecían prometedoras en los Estados Unidos el año 1968, cuando el Congreso autorizó un estudio de tres años que afirmaba que, en 10 años, adoptarían el sistema métrico. En cambio, las personas y los empresarios se oponían al gobierno y a la globalización, y echaron atrás la conversión.
Hoy en día, el problema con la métrica es la misma que ha habido siempre: los beneficios de la conversión son insignificantes, pero los costes serían enormes. Los fabricantes tendrían que convertir los valores de los envases; la gente común tendría que reemplazar sus cintas métricas; etc.
Incluso aquellos que prefieren el sistema más extendido ven en el cambio una molestia: «creo que tiene sentido convertirse al sistema métrico. Pero lo pienso y digo, ¿exáctamente qué voy a obtener personalmente?», afirma Donald Hillger, presidente de la Asociación Métrica de Estados Unidos.
Aún así, la tradición es la única que sostiene el hecho de que en aquellos países no se adopte el sistema métrico. Pero hay algunos cambios que ya se han asentado en la sociedad: compran refrescos por litros, piezas de automóviles por milímetros, y miden los medicamentos en miligramos. «Va a acabar habiendo una conversión», dice Donald, «pero al paso que vamos, tardará un tiempo».