Los terremotos de la Luna
El programa Apolo, que constó de 22 misiones, nos ayudó a conocer más la Luna, el único satélite que nos acompaña y que ha sido fruto de numerosos mitos.
En los alunizajes producidos entre los años 1969 y 1972, los astronautas de la misión Apolo colocaron diversos sismógrafos en la superficie lunar para estudiar el comportamiento tectónico de nuestro satélite. Así pues, estos instrumentos enviaron información a nuestro planeta a través de señales de radio hasta que agotaron su energía el año 1977. Durante esos años de investigación, se pudo conocer que en la Luna los terremotos son más habituales y de mayor duración que los que sufrimos nosotros, y supondrá un factor a tener en cuenta a la hora de crear un alojamiento lunar, pues puede suponer un gran peligro para los humanos como lo hace la radiación o la falta de aire respirable.
La Luna sufre cuatro tipos de sismos diferentes: los primeros consisten en trepidaciones profundas, a aproximadamente 700 kilómetros en su interior, y que tiene su origen en las deformaciones sufridas debido a las fuerzas de las mareas provocadas por la Tierra. El segundo tipo de temblor proviene del impacto de meteoritos. El tercero, se produce gracias a la expansión de la corteza lunar al recibir el calor del Sol tras una noche de frío extremo y de dos semanas de duración. Por último, el cuarto sismo se encuentra entre 20 y 30 kilómetros de profundidad, y sería el que mayores problemas provocaría a la hora de construir una base lunar, pues suelen tener una magnitud de 5,5 en la escala de Richter y una duración superior a 10 minutos.