Mucho se ha hablado de la influencia de la Luna sobre los partos, creencia basada en la fuerza gravitacional de este satélite; sin embargo, estas teorías han sido refutadas por varios estudios científicos. Tampoco existen evidencias científicas por las cuales debamos creer que las fases lunares afectan al crecimiento y a la salud de nuestro cabello; pero son muchas las personas que, lejos de las supercherías, sostienen que sí existe una relación entre la Astrología, el cabello y otros tratamientos de belleza. La creencia en el poder lunar y su conexión con la mujer, la fecundidad, la fertilidad y el crecimiento, es tan antigua y arraigada que no podemos pasar por alto algunas de las afirmaciones populares entorno a este fenómeno.
Siguiendo estas costumbres, si tenemos pensado cortarnos el cabello, lo ideal sería hacerlo en Luna Llena o un día antes, en las primeras horas de la mañana, antes del mediodía, o a partir de las seis de la tarde hasta tocar la media noche. De este modo, gozaríamos de una melena abundante y brillante. En general, si necesitamos que nuestro cabello crezca con rapidez y fuerza, y nos hemos podido cortarlo en Luna Llena, lo ideal sería hacerlo en fase de Luna Creciente.
Un buen remedio para frenar la caída capilar sería aplicar los tratamientos los viernes o domingos, eso sí, en fase menguante, preferentemente si ésta se encuentra en Tauro. Es recomendable evitar la Luna Nueva, el día antes de ésta, y los días exactos en que cumple el Cuarto Creciente. Si, por el contrario, se precisa reducir el volumen capilar, entonces sí que cortarlo en Luna Nueva sería de gran utilidad.
Los más puntillosos afirman que el cabello graso se puede corregir si se corta en Cuarto Creciente y la Luna en Capricornio o Virgo. Si por el contrario, se trata de un cabello seco, la operación se debería realizar en Cuarto Menguante y en Cáncer o Piscis.
Si bien existe evidencia empírica de personas que afirman haber aplicado estas reglas con éxito, los escépticos explican este fenómeno a través del sesgo cognitivo, efecto psicológico por el cual las personas tienden a retener nada más que las evidencias que sostienen su creencia, y descartan mentalmente el resto de pruebas que las refutan.
