Esta es la cueva más profunda del planeta
Las entrañas de las montañas del Cáucaso Occidental, en Georgia, albergan una cueva de dimensiones impresionantes: Krubera Voronia, la cueva más profunda del planeta. Sus enrevesadas y peligrosas galerías se extienden a lo largo de 13.432 metros y profundizan hasta los 2.197 m. Es de hecho, la única cueva conocida que penetra más allá de los 2.000 metros en la corteza terrestre. Conocida como Voronia (de los cuervos), la cueva debe su nombre a las comunidades de cuervos que anidan en sus paredes.
Esta magnífica cueva se encuentra en la región caucásica de la república de Abjasia, rodeada de robles, hermosos hayedos, alisos y abetos que alcanzan los 70 metros de altura, considerados los más altos de Europa. Desde su descubrimiento, se han ido realizando varias expediciones con el objetivo de alcanzar el punto más bajo y con ello, se han ido descubriendo, nuevas galerías.
La primera vez que la cueva fue explorada fue en 1960, por un equipo de espeleólogos georgianos que logró descender unos 95m. Posteriormente, la cueva fue investigada y olvidada varias veces. En el año 1980 una expedición ruso-polaca descubría tres nuevas galerías, la cueva Siberiana, la fosa Henrich, la cueva Berchill.
A partir de estos últimos descubrimientos, casi anualmente, expediciones de los equipos UKRSA y CAVEX han ido estableciendo nuevos récords de descenso, hasta alcanzar, en 2007, la última y mayor profundidad registrada: 2191 mts, que fue conseguida por Gennadis Gamo Thin miembro del equipo internacional Ukrsa.
Además los miembros del equipo CAVEX durante la última década de exploración, hallaron nuevas especies de artrópodos, adaptados a una oscuridad total, sin ojos ni pigmentación.
Durante la última década la espeleología ha descubierto en la región caucásica de Abjasia, el Everest de los alpinistas, todo un mundo de riesgo y nuevos hitos históricos a la espera de ser descubiertos. Una proeza no apta para cualquier mortal, que requiere descender cientos y cientos de metros por estrechas cavidades colgados de cuerdas, atravesar sifones helados, portando pesados equipos y comer y dormir a casi dos kilómetros bajo tierra.
Quizá nuevas generaciones encuentren pronto otros pasadizos que nos adentren aún más en las insondables profundidades frías y oscuras del planeta.