El síndrome de la turbina eólica
Sin duda las turbinas eólicas son de entre todas las tecnologías existentes, de las más limpias, antiguas, sencillas y ecológicas, sin embargo, por alguna razón, suscitan un recelo enfermizo en los vecinos afectados por estas instalaciones. Existe una preocupación lógica ante el impacto paisajístico de las instalaciones eólicas o ante la amenaza para ciertas aves. Pero se ha cuidado y mejorado mucho la normativa de las granjas minimizando riesgos e impactos.
Por ejemplo estudiando las rutas migratorias de las grandes aves o con sistemas para ahuyentarlas.
En cualquier caso, en cuanto a efectos secundarios, en comparación con otro tipo de métodos de generación de energía, la energía eólica sale de las mejores paradas con diferencia. Pero según los defensores del ‘Síndrome de turbina eólica’ todos los males de los molinos vienen provocados por el ruido de las gigantescas palas al cortar el viento.
Las puntas de las cuchillas de un molino de viento pueden girar a una velocidad de hasta 80 metros por segundo, o cerca de 180 millas por hora. Con vientos fuertes, este rápido giro puede producir sonidos y vibraciones. El infrasonido, suena a una frecuencia tan baja que no puede ser percibida por el oído humano pero puede alcanzar por medio de la atmósfera, miles de kilómetros y se cree que es la causa de ciertos problemas respiratorios y digestivos.
Según los casos reportados por algunas personas que viven en las cercanías de parque eólicos el infrasonido provoca dolores de cabeza, problemas de sueño, terrores nocturnos o problemas de aprendizaje en niños, zumbidos en los oídos (tinnitus), problemas anímicos (irritabilidad, ansiedad), problemas de concentración y memoria, problemas con el equilibrio, mareos y náusea.
Sin embargo la comunidad científica no ha concluido que el síndrome del molino de viento exista. Por otra parte El Departamento de Protección Ambiental de Massachusetts realizó el primer estudio serio a principios de 2012 y no encontró ninguna relación entre los efectos de salud mencionados y las vibraciones y sonido que emiten los molinos de viento.
El científico australiano y profesor de la Universidad de Sydney, Simone Champman fue un poco más allá. Se dedicó a recopilar información de casos repartidos por todo el mundo y observó que no había un patrón de relación entre número de instalaciones y denuncias, como sugeriría una relación de causa efecto epidemiológica.
También hay opiniones variadas sobre si el infrasonido de estos generadores es realmente mayor a la emitida por motores diésel o al emitido por las olas al romper en la playa.
Los científicos atribuyen estos síntomas al efecto nocebo. El convencimiento de que un sistema objetivamente benigno provoca mal en tu organismo puede llegar a desarrollar y somatizar males físicos reales aunque no exista relación causal alguna con dicho sistema; del mismo modo que el efecto placebo puede mejorar tu estado físico mediante mecanismos psicológicos sin que exista principio activo alguno en su composición.