Los romanos utilizaban orina para lavar la ropa
Los romanos utilizaban orina para lavar la ropa en las lavanderías (fullonicas). Para ser más exactos, utilizaban orina de cualquier persona que pasara por allí y se prestara generosamente a ofrecer su líquido, orinando en una urna, que luego sería retirada por los empleados de la lavandería.
Dejaban reposar la orina hasta que el proceso de descomposición la convertía en amoniaco (NH3), y después de unos días, el líquido resultante se mezclaba con agua para lavar la ropa, como detergente. El trabajo de lavado se hacía a mano, o mejor dicho a pie, pues los empleados utilizaban sus extremidades inferiores para agitar o revolver las prendas dentro de unas tinajas.
Posteriormente las prendas recibían un buen enjuague para eliminar cualquier mal olor y eran colgadas en un lugar abierto para que les diera el aire. A veces se colocaba una cesta con sulfuro por debajo para que los gases ayudaran a blanquear la ropa.
Hasta tal punto era bueno el negocio de las lavanderías, que el emperador Vespasiano, al llegar al poder y encontrarse con las arcas vacías, se inventó un impuesto para gravar la recolección de orina en los baños públicos.