Kombucha: «el té que todo lo cura»
El té de kombucha és una bebida milenaria antiguamente usada por sus propiedades medicinales y se prepara fermentando el té endulzado mediante un cultivo de hongos y bacterias llamado kombucha. A esta colonia gelatinosa de microorganismos se la denomina hongo de kombucha por su aspecto en forma disco plano. Tiene un sabor agradable y refrescante que recuerda al sabor de un vino ligero burbujeante y es recomendado por sus múltiples beneficios para la salud humana. Tanto es así, que el té de Kombucha es llamado comúnmente como “ el té que todo lo cura”.
El efecto del té por lo general aparece muy rápido. Sobre todo, trabaja para la limpieza y desintoxicación de la sangre y es excelente para limpiar salpullidos en la piel facial. Además, es muy efectivo para dolores de cabeza constantes, dolor en las extremidades, gota, reumatismo y otros problemas.
Estos hongos y bacterias convierten el azúcar (sacarosa) en glucosa y fructosa y después en alcohol etílico (potable), gas carbónico (CO2) y ácido acético, todos viven en simbiosis ( relación de mutuo beneficio), formando en la superficie del líquido un cuerpo de aspecto gelatinoso parecido a una medusa. Si el hongo recibe alimentación continuamente, este proceso no tiene fin, por eso la kombucha es llamada «el hongo de la inmortalidad».
En la elaboración del té kombucha casero el método más tradicional utiliza té rojo chino (que da origen a su nombre en idioma chino: jon cha chin, u ‘hongo de té rojo‘). Se le añade azúcar (sacarosa) en la proporción de 120 a 150 gramos de azúcar por litro de agua. Se deja enfriar a temperatura ambiente y tras ello, se agrega el cultivo (un hongo entero) o una parte. Por no ser un organismo sino una colonia, la kombucha se puede cortar o separar.
El sabor final de la kombucha puede alterarse añadiendo otras bebidas al té final. Puede añadirse un sirope de cerezas, zumo de limón, etc. El azúcar vertido a la mezcla tiene por objeto alimentar las bacterias encargadas de la fermentación, la concentración de azúcar va cambiando a medida que la fermentación progresa, y es por esta razón por la que se aconseja tras los diez primeros días probar el sabor que va dejando la bebida