Bikila fue un atleta africano que ganó el maratón sin zapatillas
Hubo que esperar al 10 de septiembre de 1960, a los Juegos Olímpicos de Roma, para ver al primer africano en lo más alto del podium de esta competición internacional. Abebe Bikila, un Etíope a quien nadie creyó que hiciera los tiempos que afirmaba cuando se inscribió, ganó a todos sus contrincantes corriendo descalzo, completando el maratón en tan solo 2 horas, 15 minutos y 16 segundos.
Abebe Bikila, nacido en Etiopía en 1932 consiguió una de las mayores hazañas del mundo del atletismo y de los Juegos Olímpicos. No solo pasó a la historia como el primer africano en conseguir una medalla de oro en las Olimpiadas, ni como el récord del mundo de maratón de 1960, sino que su leyenda se vio agrandada por un hecho sin precedentes y que posiblemente no vuelva a ocurrir. Bikila inició la carrera descalzo y así terminó la prueba. En ningún momento calzó unas zapatillas para disputar los más de 42 kilómetros del maratón, lo que para muchos, ha sido la muestra de dureza más grande jamás vista en una competición de este nivel.
Tras conseguir el oro en estos Juegos Olímpicos de Roma repitió su hazaña dorada, eso sí, esta vez con zapatillas, en los Juegos Olímpicos de Tokyo de 1964. También en esta ocasión batió la plusmarca mundial situándola en 2 horas 12 minutos y 11 segundos. La competición de México 1968 fue la última de esta índole en la que participó el etíope y tuvo que retirarse de la prueba pasado el kilómetro 17.
En 1969 el atleta sufrió un grave accidente con el coche que el gobierno le había regalado por su victoria en Tokyo. El siniestro le paralizó el tren inferior de su cuerpo impidiéndole volver a correr. Tras sufrir este accidente el atleta declaró con entereza que «los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz». Bikila moriría el 25 de octubre de 1973 de una hemorragia cerebral, pero su recuerdo y su hazaña olímpica perduran hasta nuestros días.