NSN publicado anteriormente en https://www.nosabesnada.com/cultura/40279/
La Nochebuena de 1914, en la trinchera concreta de Ypres (en tierras belgas) británicos y alemanes están a menos de 50 metros. Horas antes han lanzado morteros, disparos… hay cuerpos desangrados y destrozados que todavía no han recibido sepultura. Algunos heridos buscan calor entre las montañas de restos humanos.
De pronto, desde las trincheras del ejercito alemán surgen unas voces, no hay más disparos. Los británicos ven de inmediato que en la frontera de los germanos han surgido rudimentarios instrumentos y que están entonando una extraña canción, un coro. Cuando afinan el oído, a pesar de no entenderlo, lo tienen muy claro: es un villancico.En un acto espontáneo y no menos misterioso, por estar en mitad de la guerra y del infierno, hay aplausos por parte de la trinchera británica. Unos instantes de silencio y… un nuevo villancico por parte de los alemanes. Nuevos aplausos, clamores, quizás como signo de agradecimiento.
En mitad de la oscuridad una luz avanza, sin embargo nadie toma las armas. No es una luz amenazante, es un pequeño abeto de navidad transportado por un soldado que, saltando la alambrada de la línea enemiga, estaba llegando para, en signo de paz (como los mas antiguos pueblos de la humanidad) demostrar que por lo menos esa noche en aquel lugar helado no iba a haber ninguna muerte mas. Acto seguido, por una reacción emocional que todavía nadie ha explicado porque no ha vuelto a ocurrir, decenas de hombres que horas antes se estaban matando se abrazan, sollozan juntos y comienzan a dar sepultura a los muertos de ambos bandos. Se leen algunos salmos, se hace una misa improvisada, se comparten algunas viandas y cuando llega el alba los fotógrafos corresponsales de guerra de diversas publicaciones de ambos bandos, aliados y alemanes, dejan constancia de un hermanamiento absolutamente inconcebible. En mitad de una guerra en la que luego morirían 8 millones de personas más de pronto se hizo la paz.
