En 1912 el sastre Franz Reichelt puso a prueba la eficacia de una chaqueta-paracaídas saltando desde la torre Eiffel
Reichelt, que era un sastre de prestigio en la Francia de principios del siglo XX, ideó basándose en los diseños de Leonardo da Vinci y de algunos intentos fallidos realizados anteriormente, una especie de paracaídas que le permitiera saltar desde un lugar alto, descendiendo suavemente a tierra.
Decidió, antes de intentarlo él mismo, probar con un muñeco que llevaba su invento, y que lanzó desde lo alto de la Torre Eiffel (por entonces la estructura más alta del mundo). El pelele se estampó contra la calzada, pero Reichelt argumentó que, por ser un muñeco, no tenía la posibilidad de abrir los brazos.
Entonces, decidió probar su invento él mismo. Las autoridades de la Torre Eiffel se negaron, diciendo que Reichelt necesitaba un permiso especial de la Policía.
Extrañamente, la Policía otorgó ese permiso, pero antes, las autoridades de la Torre Eiffel le hicieron firmar un documento que las liberaba de toda responsabilidad si el invento fallaba.