A George Washington, al morir, le quisieron revivir con sangre de cordero.
El 14 de diciembre de 1799, Estados Unidos se paralizó ante la noticia de la muerte del héroe de guerra que había llevado a su país hacia la Independencia. El impacto fue tan grande que un ciudadano norteamericano no lo pudo tolerar y decidió montar una escena de película, pero real: REVIVIR A GEORGE WASHINGTON CON SANGRE DE CORDERO.
El arquitecto William Thornton, conocido como el hombre que diseñó y construyó el capitolio de EEUU, tuvo la idea reveladora y se acercó a la viuda Martha Washington para proponérsela y llevarla a cabo. Thornton era, además, un médico egresado de la Universidad de Edimburgo, obsesionado con el cuerpo humano y el concepto, novedoso para la época, de las transfusiones de sangre. Su cuerpo fue guardado en hielo, en Mount Vernon, mientras su familia preparaba el funeral. Thornton quería ponerlo cerca del fuego, cubrirlo con mantas y recuperar su temperatura corporal. Después pensaba insertar una especie de fuelle en su tráquea para volver a llenar de aire sus pulmones y finalmente, el paso más importante, le haría una transfusión de sangre de cordero. Con esa receta, revivirlo era posible. Pero Martha, a pesar de creerlo posible -dicen los historiadores-, se negó.