El rey Adolfo Federico I de Suecia (1710-1771) murió por empacho de dulces.
Este monarca fue uno de esos soberanos que, por culpa de su pasión por un típico dulce nacional, el Semla, dejó el trono para tumbarse en un ataúd. El Semla es parecido a nuestras lionesas pero mucho más contundente: un delicioso bollo relleno de pasta de almendras coronado de crema o nata montada; un bocado típico de la cuaresma, con fama de ser altamente adictivo. Tras un pantagruélico banquete compuesto de bogavantes, arenques ahumados, choucroute y caviar abundantemente regado con vino de Champaña, Adolfo Federico no pudo resistirse a las bandejas de semlas que le presentaron a modo de postre. Tras zamparse nada menos que catorce semlas, uno tras otro y acompañados de varios boles de leche caliente, empezó a sentir una desagradable pesadez en el estómago. La noche y la madrugada no fueron mejores; su malestar fue aumentando, haciéndose patente una indigestión de caballo contra la cual los médicos nada pudieron hacer. El real paciente de 60 años falleció brutalmente el 12 de febrero de 1771, por culpa de un letal empacho de semlas.