Cuando apareció la vida en el planeta Tierra, no existía el oxígeno como gas libre en la atmósfera. Las bacterias primitivas obtenían su energía de reacciones químicas anoxigénicas. Pero algunas de ellas comenzaron a generar oxígeno, que se fue acumulando poco a poco durante millones de años.
Esto dio lugar, por un lado, a la extinción masiva de la inmensa mayoría de estas bacterias, pues no toleraban el oxígeno (la mayor extinción masiva que se puede imaginar). Y, sin embargo, las que consiguieron adaptarse a las nuevas condiciones del planeta desarrollaron un sistema metabólico mucho más avanzado y eficaz, dando lugar a los seres vivos posteriores (que derivan de bacterias que sí utilizaban oxígeno en su metabolismo).
Hoy en día aún existen numerosos grupos bacterianos que no utilizan el oxígeno en su ciclo vital, y otros que ni siquiera lo toleran.
