Salir a caminar era una actividad insalubre
Cómo cambió en el tiempo
Puede que te sorprenda saber esto. “Ir a caminar” no era realmente una actividad en sí hasta finales del siglo XVIII. La caminata como actividad de ocio surgió alrededor de la década de 1780. Hasta ese momento, caminar había sido un acto de necesidad. Estaba asociado con la pobreza, la vagancia e incluso con intenciones criminales. Salir a caminar era una actividad insalubre.
Fueron caminantes famosos como Charles Dickens los hicieron que el pasatiempo de caminar se pusiera de moda. Se conoce el celo religioso con el que Dickens realizaba su “trabajo andante” diario. Recorría un promedio de 19 km por día y a un ritmo notable de más de 6 km por hora. Era un engranaje esencial en el proceso creativo de Dickens.
Caballos y estiércol
Hacía desde incursiones en los barrios marginales de Londres hasta marchas nocturnas impulsadas por el insomnio. Sus encuentros proporcionaron la brillantez excéntrica de sus personajes. Eran instantáneas callejeras retenidas “en orden regular en diferentes estantes de mi cerebro Listas con sus etiquetas para ser mostradas cuando yo las quiero», escribió.
En el siglo XIX, caminar era una experiencia completamente diferente. Se estima que 300.000 caballos recorrían las calles de Londres. Dejaban más de 1.000 toneladas de estiércol al día.
La reforma social y la planificación urbana han avanzado dramáticamente. Ahora realizar una caminata urbana es una experiencia mucho más placentera. Pero en ese tiempo, salir a caminar era una actividad insalubre.
Reglas implícitas
Las veredas han cambiado, pero muchos los códigos de conducta prevalecen. La etiqueta de los peatones victorianos sigue siendo relevante en la actualidad. En 1780 se publicó un artículo al respecto en la popular Revista de Londres. Describía «Reglas de comportamiento, de uso general, aunque muy ignoradas en esta populosa ciudad». Se aconsejaba, entre otras cosas, “tener cuidado de mirar fijamente a los rostros de los que pasan. Una mirada autoritaria da la apariencia de un matón, y una entrometida, la de un alguacil”.
Las reglas implícitas pueden cambiar con el tiempo (lo saben los distraídos usuarios de teléfonos). Pero hay mucho sobre las aceras que conservan su decoro victoriano. Son un lugar de multiplicidad y variedad, cultura y comercio: una franja de tierra para celebrar durante todo el año.