Es la cripta de una de las familias aristocráticas más antiguas de Austria. Hay un secreto en ella. La momia de un niño. La momia que murió por falta de luz.
La cripta es de mediados del siglo XVI y el XVII. Los rasgos de la momia están marchitos pero detallados. Su cuerpo sigue envuelto en un elaborado traje de seda. Se determinó que su corta existencia no fue saludable. Hay malformaciones en las costillas. Son clásicos signos de desnutrición y raquitismo.
Sin luz de sol
La gran deficiencia de vitamina D (que se absorbe muy poco en alimentos) dio otra pista. Esta depende de la radiación ultravioleta (UV). El niño estaba gravemente desnutrido por falta de luz solar. Esta sustancia química es absolutamente crucial para la formación de los huesos durante la infancia. Eso explicaría las anomalías óseas. También permite que el cuerpo absorba mejor el calcio y el fósforo a lo largo de la vida.
El cuerpo presentaba, a pesar de esto, una leve obesidad. «Hay obesidad y una grave carencia de vitaminas. Solo puede explicarse por algo. Una falta casi total de exposición a la luz solar», explicó el patólogo Andreas Nerlich. Trabaja con la Universidad de Munich.
Es una interesante visión de las condiciones de vida de los bebés de la nobleza de los siglos XVI y XVII. Los aristócratas solían evitar el sol para mantener su piel blanca como la porcelana. Era un signo de alto rango en gran parte de la sociedad europea. Eso explicaría la momia que murió por falta de luz.
Reconstruyendo historias
Se sabe que estaba bien alimentado y cuidado. Su alto nivel de grasa corporal es lo que mantuvo sus restos tan bien conservados. El cadáver fue enterrado con un abrigo funerario de seda. Y era el único niño de la cripta familiar. Los investigadores sospechan que era un primogénito. Desgraciadamente, su ataúd no llevaba ninguna inscripción.
«Este es solo un caso. Las tasas de mortalidad infantil temprana eran muy altas en aquella época. Nuestras observaciones pueden tener un impacto considerable en la reconstrucción general de la vida de esos niños. Incluso en las clases sociales más altas», concluyó Nerlich.
