Las neuronas que aprendieron a jugar
¿Cuántas células del cerebro se necesitan para jugar al Pong? Un sistema de red neuronal llamado DishBrain lo sabe. Las neuronas que aprendieron a jugar son la prueba. Es el primer experimento de inteligencia biológica sintética de este tipo.
Las neuronas pueden ajustar su actividad para realizar una tarea específica. «Podemos interactuar con las neuronas biológicas vivas. Las obligamos a modificar su actividad, lo que conduce a algo que se parece a la inteligencia». Lo dice el neurocientífico Brett Kagan, de la empresa biotecnológica Cortical Labs.
Retroalimentación
DishBrain combina neuronas extraídas de ratones embrionarios y neuronas humanas cultivadas a partir de células madre. Para jugar al Pong se necesitan un total de 800.000 de células del cerebro. En una partida del juego, los microelectrodos estaban a ambos lados del plato. Indicaban si la pelota estaba a la izquierda o a la derecha de la pala. DishBrain es capaz de mover la paleta para encontrarse con la pelota. Pero para jugar bien, las neuronas necesitan retroalimentación.
El equipo desarrolló un programa informático para emitir críticas a través de los electrodos cada vez que DishBrain fallaba. «Es lo más bonito y pionero de este trabajo. Dotar a las neuronas de sensaciones —la retroalimentación— y la capacidad de actuar en su mundo».
«Elegimos Pong por su sencillez y familiaridad. Fue uno de los primeros juegos utilizados en el aprendizaje automático. Se aplicaba un estímulo imprevisible a las células. Y el sistema en su conjunto reorganizaba su actividad para jugar mejor al juego y minimizar la respuesta aleatoria».
Replicando cerebros
Esto tiene unas posibilidades intrigantes, especialmente en la inteligencia artificial y la informática. ¿Se podría replicar algo como el cerebro humano? Este objetivo podría no estar tan lejos. Pero hay otras implicaciones. Por ejemplo, DishBrain podría ayudar a los químicos a entender los efectos de varios medicamentos en el cerebro, a nivel celular. Incluso, adaptar los medicamentos a la biología específica de un paciente.
Las neuronas que aprendieron a jugar nos muestran un fascinante camino. Los siguientes experimentos ampliarán las posibilidades de respuesta en otros entornos. El estudio fue publicado en Neuron.