Todos tenemos radiactividad en el cuerpo
Los humanos le tememos a la radiactividad y de hecho, sentimos temor cuando se habla de plantas nucleares. Siempre la asociamos con la muerte. No es para menos después de lo ocurrido en Chernóbil y Fukushima. Y ni hablar de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la radiactividad es algo con lo que convivimos en forma cotidiana.
Muchas cosas de nuestro día a día involucran a la radiactividad
Es tan natural que si no existiera no sería posible la vida en la tierra. Es el hombre el que sacó provecho de la radiación para utilizarla en medicina nuclear o en las centrales atómicas. Aunque ese aprovechamiento es igual al uso que hacemos del fuego, el agua, las plantas medicinales, entre otras cosas.
El hombre, desde su evolución, vive expuesto a la radiación, en dosis bajas, por supuesto. Las dosis altas de radiación son las que hacen daño. Es algo parecido a un medicamento, una tableta puede calmar el dolor, pero diez tabletas pueden ser fatales.
En el Big Bang, la radiactividad también estuvo presente
Según la teoría del Big Bang, el Universo creó la radiación hace 14000 millones de años. Lo hizo en modo de átomos que se conocen como radionúclidos primordiales. Estos átomos en la actualidad forman parte de todo el universo. Incluso, algunos de estos átomos tienen una vida muy larga.
La vida media de un átomo se mide por cuánto tarda en desintegrarse la mitad de su radiactividad. Así la vida media de un átomo de torio son 14 mil millones de años. La del uranio 4500 millones y para el potasio, 1300 millones de años.
Aquellos radionúclidos esenciales están presentes aún en las rocas, en el suelo y en los minerales. La lenta descomposición de estos minerales significa que hay una fuente de calor en el interior de la Tierra. El núcleo del planeta, de hierro fundido, es como una dínamo que mantiene el campo magnético fuerte. Es este campo el que impide que entre la radiación cósmica. Si esta radiación entrara a la atmósfera terrestre, la vida se extinguiría.
La radiación cosmogénica que viene del espacio, interactúa con la atmósfera de nuestro planeta. También influye en algunos minerales para producir radionúclidos cosmogénicos. Pueden tener forma de hidrógeno, aluminio, carbono, entre otros.
Excepto la forma radiactiva del carbono, que tiene una vida de 5700 años, los demás se descomponen muy rápido. Es este carbono el que se utiliza para medir la datación arqueológica de algunos objetos mediante el radiocarbono.
La radiactividad está en el mundo que nos rodea
Los radionúclidos primordiales y los cosmogénicos nos rodean constantemente. Los vegetales absorben la radiación del suelo y luego nosotros los consumimos, como las papas, el maní, los frijoles, los plátanos, entre otros.
La cerveza tiene una radiación muy baja de potasio y lo mismo sucede con el jugo de zanahoria. El ser humano evolucionó para vivir en contacto con la radiación. Nunca hemos tomado consciencia de que vivimos en un mundo radiactivo.
Esta radiactividad natural fue descubierta por el francés Henri Becquerel en 1896. También en Francia se crearon los primeros materiales radiactivos hechos por el hombre. Fueron los conocidos Marie y Pierre Curie en los años 30.
La radiación está presente en la vida cotidiana. Se emplea, además, en la ciencia, la industria, la agricultura y la medicina. Muchos tumores cancerosos y otras enfermedades graves, tienen tratamientos radiactivos. El gran problema es cuando se la emplea para medios bélicos, solo allí es verdaderamente peligrosa.