Esperma de ratones resiste en el espacio
6 años liofilizado en la EEI
¿Cómo afecta la radiación en el espacio? Hay muchas maneras de probarlo. Por ejemplo, preguntándose si el esperma de ratones resiste en el espacio. No es broma. Por el contrario, el Centro de Biotecnología Avanzada de la Universidad de Yamanashi se tomó en serio la investigación.
Resistiendo en el espacio
El espacio es un lugar inhóspito. El vacío, las variaciones extremas de temperatura, la ausencia de gravedad… Sí, es un sitio difícil. Algunas de estas amenazas son muy claras. Otras pasan más desapercibidas, más no por ello resultan menos intimidantes. La radiación, por ejemplo.
Es cierto que microorganismos como los tardígrados pueden resistir a esta y otras amenazas. Pero, ¿qué hay de los daños en el ADN? ¿Pueden producirse mutaciones que se puedan transmitir a la descendencia? Muchos estudios analizan los efectos al organismo en el vacío del espacio. La falta de congeladores a bordo de la Estación Espacial Internacional -EII- lo complica. En la Tierra no se puede imitar la radiación espacial. Eso complica el estudio a largo plazo de la radiación sobre las células vivas.
En la Universidad de Yamanashi, Sayaka Wakayama tomó la posta. Sus colegas liofilizaron muestras de esperma de 12 ratones. Las sellaron dentro de unas cápsulas pequeñas y livianas. Fueron transportadas a la ISS con un cohete y sin necesidad de un congelador.
Crías espaciales
Tras 9 meses, una parte de las muestras regresó a la Tierra. El resto quedó a bordo de la EII durante años. Luego se determinó cuánta radiación habían absorbido las muestras. No hubo daños en el ADN de los espermatozoides liofilizados. Probaron que el esperma de ratones resiste en el espacio.
Aquí, rehidrataron los espermatozoides. Los inyectaron en ovarios frescos y los injertaron en hembras de ratón. Nacieron «crías espaciales» de ratón sanas. No había diferencias de expresión genética entre estas «crías espaciales» y las de ADN conservado en la Tierra.
Otros estudios concluyeron que el esperma de ratón podría conservarse en la EII durante más de 200 años sin sufrir daños.