Las últimas horas de Hitler y Eva Braun previas a un final anunciado
Los últimos días del mes de abril de 1945 corrieron lentos en el búnker del Führer, era el final de una guerra ya perdida. Un Hitler desalineado con manchas de comida en su ropa, nervioso y con arranques de ira, hablando de fusilamientos de traidores. Horas previas a la muerte de Hitler y Eva Braun y también de todos los que compartían el búnker con él.
Su compañera, la que nunca lo abandonó a pesar de que él nunca la presentó en público, vestía su acostumbrada elegancia sin signos de desesperación. Los dos sabían que eran sus últimos días juntos, los últimos que le quedaban también al tercer Reich.
El matrimonio de Hitler y Eva Braun fue sorpresivo para todos
El 28 de abril de 1945 el Führer decidió contraer matrimonio con Eva Braun, ante un juez de paz que fue obligado a entrar al búnker. Dos personas fueron testigos de la boda, Joseph Goebbels y Martin Bormann. Eva fue la única en hablar con el juez de paz durante la ceremonia y la que se encargó de todo el proceso.
Incluso se equivocó al firmar, tachó la B inicial de su apellido y puso el nuevo que le otorgaba el matrimonio. Fue la primera y la última vez que firmaría con su nuevo apellido, Hitler. No hubo música, pero sí un brindis con champaña. Fue un obsequio de Hitler, porque sabía que era la bebida que más le gustaba a Eva.
Fuera del búnker, todo era destrucción. Se oían las metrallas y los cañones de los soviéticos que cada vez se escuchaban más cercanos. El final no demoraría mucho más y cada uno de los que estaban dentro del bunker lo sabían muy bien.
Los preparativos finales en las horas previas
Unos días antes de la boda, Hitler había pasado por las oficinas del búnker entregando a cada uno de los que lo acompañaban, una píldora de cianuro. Atrás quedaban sus días de gloria donde desfilaba frente a sus multitudinarias tropas.
La decisión del casamiento fue tomada por Hitler aquella misma mañana, y Eva Braun no tenía conocimiento de ella. También dictó su testamento a Traudl Junge, donde entre otras cosas, agradeció a Eva haberlo acompañado hasta su último refugio. Termina el testamento diciendo que es la voluntad de él y su esposa elegir la muerte antes que la rendición o la destitución. Aunque en todo el documento no nombra a Eva por su nombre, sino que se dirige a ella como “mi esposa”.
Solo después de su muerte la sociedad alemana se enteraría de la relación clandestina que había llevado el Führer con una mujer. Nadie conocía la existencia de Eva Braun hasta después del suicidio. Eva tuvo muchas oportunidades de salvar su vida escapando, pero jamás quiso abandonar a Hitler. Desoyó los consejos antes de descender al búnker, donde sabía que no habría escapatoria.
El 30 de abril de 1945, luego de un breve almuerzo, el Führer ordenó darle una pastilla de cianuro a su perro alsaciano Blondi. Hitler y Eva Broun se retiraron luego a su dormitorio, donde ambos ingirieron la píldora de cianuro. Antes de morir, Hitler puso su pistola en su sien derecha y disparó.