Cómodo, el emperador gladiador
¿Tú también viste la película Gladiador, donde el emperador peleaba en la arena del Coliseo? Tal vez te preguntaste si todo eso era ficticio. Pues no. El personaje de Cómodo, el emperador perturbado, se basa en alguien que existió. Y vaya si fue legendario. Tanto como Nerón y Calígula, y no por sus buenas acciones precisamente. Hablamos de Marco Aurelio Cómodo Antonino Augusto. Resumiendo, hablamos de Cómodo, el emperador gladiador.
Nació en el año 161 d. C. Fue el último de la dinastía de los Antoninos. Y sí, bajaba al anfiteatro para combatir como un gladiador más. Algunos autores clásicos escribieron sobre él. Dión Casio y Herodiano coinciden en que su verdadera pasión era la arena del anfiteatro. Se explica en el dossier «Los emperadores y los juegos romanos en la historia Augusta». Cómodo pasó años simulando enfrentamientos en los que sus ayudantes hacían de gladiadores. Así fue adquiriendo habilidades.
Era zurdo y se enorgullecía de eso. Disfrutaba desafiando a los «retiarius» o reciarios. Intentaba que su enemigo fuera uno de estos combatientes armados con un tridente, una daga, o red. Cómodo, el emperador gladiador, usaba siempre una espada corta (la característica «gladius»). Llevaba siempre un escudo rectangular, armadura extra, y casco completo.
Un gladiador a la moda
Para demostrar que era el Emperador, portaba, un manto púrpura sobre los hombros. Dión Casio hace una descripción de él cuando luchaba: «Antes de entrar en el anfiteatro se ponía una túnica de seda. Era de manga larga, blanca con bordados en oro. Así ataviado recibía nuestros saludos. Pero al entrar se ponía un manto de púrpura con lentejuelas…
Las crónicas de la época arrojan un dato llamativo. Cómodo logró nada menos que setecientas treinta y cinco victorias en combates singulares contra gladiadores.
Pero, en «Historia del Imperio romano» Herodiano pensaba otra cosa. «En sus combates de gladiador vencía sin dificultad a sus oponentes. Apenas los hería, ya que todos se dejaban ganar». Los enfrentamientos solían ser con espadas de madera para evitar que corriese un peligro real.
Sin derechos para los animales
Pero Cómodo no amaba solo enfrentarse a gladiadores. Adoraba también matar bestias salvajes frente a miles de personas. Algunos textos hablan de su magnífica habilidad con las flechas y la lanza. En otros, se decía que le ponían la cosa muy fácil, atrapando a los animales para que los mate.
Herodiano cuenta: «Llegó el día del espectáculo y el anfiteatro se llenó. Se había dispuesto una barrera circular para protección de Cómodo. Desde un lugar elevado y seguro, demostraba más su puntería que su valor. A ciervos y gacelas los acosaba a la carrera, antes de matarlos. A los leones y panteras los mataba con sus dardos desde arriba. Y nadie vio que hiciera un segundo disparo ni otra herida que no fuese la mortal».
El emperador enloqueció paulatinamente. Cierto día se presentó en la arena desnudo para enfrentarse a su rival. Ya no quiso habitar en el palacio imperial, sino que quiso trasladarse a la escuela de gladiadores. Poco después ordenó cortar la cabeza al gigantesco coloso del Coliseo. Puso en su lugar una representación de la suya en piedra.
Sus crecientes excentricidades llevaron a sus enemigos a orquestar una conjura contra su persona. El último día del 192 d. C., su amante quiso envenenar su comida, pero no funcionó. Al final fue un esclavo liberado, Narciso, el que lo estranguló hasta la muerte en la bañera. Tal fue el fin de Cómodo, el emperador gladiador.